La fístula perianal es una patología que afecta aproximadamente a dos de cada 10.000 personas al año, teniendo lugar especialmente entre los hombres jóvenes, según datos de los Institutos Nacionales de Salud norteamericanos (NIH, por sus siglas en inglés).
La mayor parte de las fístulas comienzan como abscesos perianales. Estos, se inician en las glándulas pequeñas que hay alrededor del canal anal, donde se obstruyen y dan lugar a una infección. Cuando la infección es grave es probable que se acumulen fluidos, dando lugar a un absceso en la zona que rodea al ano. “Si este fluido se drena por la piel, se puede formar un túnel o fístula, que puede partir de las glándulas del canal anal hasta la piel que rodea el ano”, explica la Sociedad americana de cirujanos colorrectales (ASCRS, por sus siglas en inglés).
“Las bacterias, las heces, o las materias extrañas también pueden obstruir las glándulas anales y causar un absceso. La enfermedad de Crohn, el cáncer, el trauma, y la radiación pueden aumentar a su vez el riesgo de infecciones y de fístulas”, agrega.
Mientras, la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI) recuerda también que las fistulas pueden estar originadas por la presencia de algún tipo de herida, una lesión producida durante una cirugía, una infección, o bien tras una inflamación.
“Los acúmulos de pus o abscesos en esta zona pueden formarse también por la infección de una fisura anal (pequeña ruptura en la mucosa que cubre el ano), o una infección transmitida por contacto sexual. Más raro es que sea secuela de radioterapia sobre la zona, o la existencia de una enfermedad de Crohn, que fistuliza al intestino a ese nivel”, puntualiza.